Esto me ha hecho plantearme mi fe seriamente, y no me refiero a si todo es verdad; estoy convencido de que lo es, y si no lo estuviera me daría igual, pues me quedaría la esperanza de recuperar la fe, como tantas veces. Lo que me planteo es si vivo mi fe bien, de una forma coherente, acorde a lo que pienso. No hablo de ser Santo, cosa que me parece casi imposible, sino de creerme de verdad el amor De Dios, hasta el punto de que brote de mi ese mismo amor. Si me tocara a mi una paliza por parte de un inmigrante musulman, ¿lo aceptaría y rezaría por él? No sé si le pondría la otra mejilla...
En Asía, África, en los lugares donde no existe la democracia; en la antigua Roma, Jerusalén, Antioquia, Japón... todos estos lugares han sido testigos de los martirios más brutales de Cristianos... pero, ¿en qué me asemejo yo a estos Cristianos que dieron la vida por Cristo? No soy capaz ni siquiera de salir de mi egoísmo y ayudar a limpiar la casa sin que salga de mí la murmuración...
Si no soy fiel en lo poco, ¿cómo pretendo ser fiel en lo grande? Y en verdad no me pregunto el cómo puedo ser fiel en lo mucho, porque la inversa de la pregunta me lo responde: el que es fiel en lo poco es fiel en lo mucho. Es curioso, ¿cómo siendo fiel en ayudar sin protestar me hará poner el cuello como un cordero? Y en verdad también lo sé: porque ambas acciones necesitan lo mismo, que es tener el Espíritu Santo para poder hacerlo. Si tienes el Espíritu Santo para una cosa, la tienes para la otra. Eso me recuerda que tengo que pedir este Espíritu de Dios cada día. Tengo que rezar mucho más, porque es la batalla del cristiano, y dura toda la vida. Por mis fuerzas es imposible. Espero que Dios me asista en esta batalla de la fe, porque si con 21 años que escribo esto ya me cuesta... cuando vengan las grandes tribulaciones no puedo ni imaginarlo. Mejor estar de parte de Dios y así podrá venir lo que venga, que venceré. Tengo siempre presente que si Cristo venció la muerte, me promete que yo también podré (Rom 6, 4-5)