martes, 5 de noviembre de 2019

La tentación

La tentación no llama a la puerta, aparece sin más, cuando menos te la esperas. A veces incluso la llamas, y sin darte cuenta estás coqueteando con el demonio... qué débil es la carne; yo escribo esto para dejar de pensar en la tentación...

Realmente el cuerpo es muy débil, pero también es cierto que tenemos un arma muy poderosa: la oración. Esta llamada de auxilio al Señor, es pura humildad. Te reconoces débil, y mira que todos los días te levantas y te sientas en el trono de Dios. Lo quitas, lo apartas. Pero el Señor siempre está ahí, esperando como un auténtico caballero a que le cedas el sitio que le corresponde. Si se lo pides no te defrauda; al invocar su nombre los demonios se espantan...

Es muy difícil humillarse y reconocer que tú no controlas tus pasiones, tus impulsos... es complicado reconocer delante del Señor que necesitas su gracia para poder seguir adelante de una pieza...

El pecado de la lujuria me acecha, y a veces casi caigo, pero le pido al Señor que me ayude, que me inspire su santo temor, como a José, el hijo de Jacob, que no se acostó con la mujer de Rasputín.

Me consuelan las palabras de San Pablo cuando dice que hace la maldad que no quiere y no hace el bien que quiere, porque la carne es débil.

Me acojo a San José y a José el hijo de Jacob, que su castidad ejemplar me sirvan de guía para poder vencer esta tentación que se convirtió en un vicio...

Rezo a Carmen Hernández para que interceda por mí ante el Padre, ella que hablaba siempre de la masturbación continuada y de la pornografía, explicando sus consecuencias mortales para el hombre y su visión de la realidad... espero que intercedas para poder ganar este don que tantísimo anhelo.

A la madre de Dios también le pido que me proteja con su manto, para que interceda y pueda recibir el Espíritu Santo y sus dones, como el temor de Dios... sinceramente temo a Dios, pero no porque tema su castigo, sino porque me aterra la consecuencia del pecado, que es la muerte, esa que te aparta de Dios. Estar lejos de Dios es lo peor.



Si lees esto reza por mi, ¡gracias!

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