El noviazgo es algo santo, y debe ser tratado como tal. Se debe llevar en castidad y obediencia a los padres. Un noviazgo fuera de la obediencia es del demonio. Un noviazgo fuera de la castidad está destinado al fracaso, y por lo tanto a un matrimonio sin amor (bien es cierto que Dios es misericordioso y puede sanar un matrimonio).
Los participantes del noviazgo deben ser 3 personas: los novios, un varón y una mujer,
y el Espíritu Santo. Los novios deben vivir una vida normal, distinta del matrimonio, es sano que se
comporten como amigos, si bien es verdad que tienen un afecto mayor. Deben tener plena confianza, pues serán marido y mujer por el resto de la vida. Su relación debería ser progresiva, y no tener un acercamiento demasiado alto prematuramente ya que puede dar a obstáculos a respetarse, sobre todo en el ámbito sexual. Es importante no dar el “título” de novio/a a cualquier persona, sino a alguien a quien conozcas. El noviazgo no es el camino que toma una pareja para ver si se gustan, sino el camino que sigue una pareja enamorada y tienen una perspectiva de futuro hacia el matrimonio. Es un camino de preparación que hacer juntos, una preparación al matrimonio, a poder donarse el uno al otro en cuerpo y alma, es por esto que el pilar fundamental en cualquier noviazgo ha de ser Dios, concretamente se cumple esto en tres puntos citados anteriormente:
afectivo con más confianza que el resto de personas, por eso hay que obedecer
plenamente a los padres, ya que tienen un discernimiento dado por Dios que
los novios no poseen hasta que se separen de su familia y se unan en una sola carne. 2. Castidad: La sexualidad es un don de Dios, por tanto es Santo, por ello es un sacramento. La sexualidad tiene dos funciones fundamentales, la unitiva, donde el marido y la mujer quedan en perfecta unión y en comunión con Cristo,
siempre que se esté abierto a la vida. La otra función es la de procrear, formar
una familia y transmitir la fe, con ayuda de los dones del Espíritu Santo. El uso
fuera del matrimonio de la sexualidad es totalmente desordenado, y por lo tanto no regala los dones mencionados, más bien es una victoria de Satanás; que por
medio de la tentación hace caer en el pecado y arrebata todo discernimiento y
corta la comunión con Dios. Las relaciones extramatrimoniales, por tanto, nos llevan a la muerte del alma y a encerrarnos es nuestro egoísmo.
3. Respeto: Respetar a la otra persona es fundamental, tanto sexualmente como en cualquier otro ámbito. No significa respetar las decisiones del otro, sino su dignidad de ser hijo de Dios. Este punto se remarca en la sexualidad, pues no guardar la castidad hace romper la gracia de Dios. Hay que alejar a la otra persona del pecado, uniéndola a Dios Padre y reforzando su integridad como cristiana, eso es respetarla. Por lo tanto, si se desobedece, se incita al pecado, rompiendo la comunión con Dios, y por lo tanto no se ha respetado a la otra persona. En ocasiones hay que negar las proposiciones de una persona para respetarla, siempre que estas conduzcan al pecado, especialmente la ruptura de una de los dos gracias anteriormente descritas ( la obediencia y castidad)
En el noviazgo se debe dar un amor desinteresado, como el de Cristo a la Iglesia. Por ello no es un esfuerzo, sino un regalo del cielo, dónde te preocupas de la otra persona y la conoces, con sus virtudes, dones, defectos y sufrimientos. Sale del corazón acercarla a Dios, pues es la fuente de amor eterno, columna de consolación, razón de la misericordia incondicional y raíz de la felicidad.
¡BENDITO EL FRUTO DE TU VIENTRE!
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